NAVIDADES SOSTENIBLES
Ya estamos en plena Navidad. De hecho, cuando ustedes lean este artículo, hará ya varias semanas que la Navidad ha llegado. Las luces de las calles, los escaparates más adornados que nunca, los árboles, los belenes... Cada año, ya sabe, el espíritu comercial-navideño nos asalta antes. En Madrid, las iluminaciones se encendieron el 26 de Noviembre. Y en Barcelona aún primero. Al final, será un mes y medio de consumo desmesurado de electricidad.
No estoy en contra de estos adornos. Todo lo contrario: me gustan las guirnaldas de diseño del alcalde Cámara, y hasta las bombillas más cutres, las que representan campanillas o o ramos de acebo o los habituales lemas de estas fechas. Me parece estupendo que durante algunos días las calles se alegren de esa manera y todos volvamos a recordar la emoción de la infancia o compartir la de los niños que nos rodean. Pero no podemos tenerlo todo: a pesar de los discursos del presidente Zapatero, que quiere convertirse en el nuevo adalid de la lucha contra el cambio climático, a pesar de que el Ministerio de Industria ha puesto en marcha un plan de Ahorro y Eficiencia Energética que pretende reducir casi cinco millones de toneladas de CO2 al mes entre el 2008 y el 2012, España sigue siendo el país que más se aleja del cumplimiento de lo pactado en el protocolo de Kioto en cuanto a emisiones de dióxido de carbono. No es de extrañar en una sociedad donde se coge el coche hasta para ir a comprar el periódico a una manzana de casa, donde en muchos pisos hay que instalarse en pleno invierno en manga corta -mientras que en verano es preciso ponerse la chaqueta para entrar en numerosos lugares en los que el aire acondicionado está demasiado fuerte-, donde los escaparates se mantienen iluminados hsta altas horas de la madrugada y en numerosas oficinas ni siquiera se apganan las luces en toda la noche. No digo yo pues que no colguemos bombillas navideñas, pero no estaría mal que todos los ayuntamientos se pusiesen de acuerdo para encenderlas una semana antes de NocheBuena, y ahorrar así la emisión de unos cuantos miles de toneladas de gases de efecto invernadero.
Por no hablar de la cantidad de bolsas y papel que consumiremos durante estos días. Iremos a comprar, por ejemplo, una pieza de bisutería barata, y nos la envolverán en un celofán, la meterán luego en una cajita, lo rodearán todo con papel y nos darán por último una bolsa para transportar el paquetito. ¿Acaso no somos capaces de salir de casa con las bolsas sufic¡entes, cogidas del puñado que todos almacenamos detrás de una puerta o en un armario, y no hacer así más consumo de artefactos plásticos -que tardan centenares de años en desaparecer- o papel, que obligan a talar árboles para fabricarlos? En media Europa empieza a ser habitual que se cobre por las bolsas, una idea que trata de convencer a los consumidores para que hagan el menor uso posible de ellas.
No cuesta tanto realizar ciertos pequeños gestos que nos congracien un poco con el planeta: utilizar menos el coche, consumir de una manera racional, reciclar todos los productos de deshecho correctamente, usar menos bolsas, bajar un poco la calefacción y exigir a las administraciones que sean más sensatas. A ver si entre todos logramos poner de moda que las Navidades sean sostenibles.
Texto: Un cierto silencio - Ángeles Caso
magizine
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